Por Mario Garcés D. Historiador, Director de ECO; Educación y Comunicaciones
No haré como general después de la guerra, diciendo, “si claro, era perfectamente previsible lo que pasó…” Estoy entre los que no creen mucho en las encuestas y que, a pesar de no ser del Frente Amplio, vivo en medio de su cultura de la comuna de Ñuñoa.
Con este párrafo inicial lo que quiero marcar es que yo pensaba que, a pesar de muchos datos en contra, el apruebo ganaría. El resultado del plebiscito de este domingo ha sido realmente sorprendente, aunque con todo, si me pareció en más de algún momento que, había riesgos para el apruebo.
Uno: El principal dato en contra de un buen resultado es lo que en marzo llamé “soberanía restringida”, “soberanía limitada” como el rasgo más negativo de la Convención Constitucional. ¿Qué quería decir con esto? Que la Convención Constitucional, elegida democráticamente, ejerció un tipo de soberanía por “representación”, es decir, una vez elegida se tomó unos meses para definir sus normas y reglamentos para su propio ejercicio, pero muy débilmente enfrentó el problema de su relación con la sociedad y, por tanto, el ejercicio de formas de soberanía popular directa. Es verdad que el problema se planteó en los inicios de la Convención, pero las iniciativas fueron débiles: audiencias púbicas, iniciativa popular de normas, plebiscitos dirimentes (que nunca se hicieron), iniciativas de cada convencional en su distrito.
La pregunta de todos modos que se podía hacer es si ésta era una tarea propia de la Convención. La respuesta “no es fácil, en el sentido que se puede responder tanto afirmativa como negativamente. En el primer caso, suponía una voluntad democrática radical de los convencionales o el haber transitado hacia una genuina “Asamblea Constituyente”. En el segundo caso, perfectamente se puede plantear que esta no era tarea de la Convención, sino del propio pueblo. Tal cual, pero aquí surge un nuevo problema, ¿cómo es que el pueblo logra realizar protagónicamente tareas democráticas tan relevantes? O, dicho de otra manera: ¿cómo es que el pueblo puede constituirse en sujeto político colectivo?”
Aunque, por otra parte, se puede también afirmar que, si la Convención no resolvía bien su relación con la sociedad, enfrentaría el problema de su propia debilidad frente a la derecha y el establishment como efectivamente ocurrió. Al ser minoría la derecha y el centro político tradicional, la Convención Constitucional fue atacada y desprestigiadas desde sus orígenes (a veces, los convencionales facilitaron la tarea, especialmente caso de Rojas Vade).
El problema del poder de la Convención me parecía crítico ya la altura de noviembre de 2021, luego de la primera vuelta electoral de 2021: “Con la Convención los problemas son otros (distinto al de los partidos de izquierda), pero básicamente uno de carácter estratégico: sin apoyo y base popular activa, la Convención, políticamente, vale muy poco. Y ese apoyo y base popular activa debe ser público y no privado, ya que la Convención debe trabajar como “representante” del pueblo y no separada del pueblo. Todo su poder radica en esa relación. Por mucho saber profesional de sus componentes, si la Convención no trabaja permanentemente su relación con el pueblo corre el riesgo de perderse en las alturas y ser cooptada por el poder tradicional de las elites y el Estado. Ese será el precio del ascenso social de sus miembros, pero más allá de ese riesgo, el mayor de todos es que pierda el poder que hasta ahora representa”
Se podría todavía agregar, que la distancia con el pueblo no solo debilitaría las bases del poder de la Convención, sino que además correría el riesgo de la endogamia política, es decir, conversar consigo misma y entre los mismos convencionales reproduciendo en algún grado el síndrome de “clase política”, es decir el de un poder que opera con distancia de las bases populares.
Una joven le comenta a su pareja:
“Este es un país de mierda… Siento que retrocedimos 20 años”
Conversación de una pareja de jóvenes en el Metro de Santiago,en la mañana del 5 de septiembre de 2022
Dos: Las manipulaciones de la derecha (fake news y manipulaciones diversas) y el conservadurismo de nuestro pueblo: nacionalismo, derecho a la propiedad, individualismo, centrismo, moderación, racismo, miedo al cambio, etc.
Todo parece indicar que más que “un país de mierda” contamos con una derecha poderosa y antidemocrática, con sus propios medios de comunicación que cuentan con una dilatada experiencia –que viene desde la dictadura- en el ejercicio monopólico de la comunicación de masas. Gran parte de la campaña de la Oposición a la propuesta constitucional se fundó en mentiras y manipulaciones de distinto carácter: si tienes una segunda vivienda ésta te podrá ser expropiada; las mujeres podrán abortar hasta los nueve meses; los mapuches serán ciudadanos de primera clase, superiores a los chilenos amén de que el país podría ser dividido; si atropellas a una diaguita, te juzgará la justicia diaguita; tus fondos de pensiones podrán ser ocupados por el Estado y no podrán ser heredables; expropiar será una acción común del Estado con la nueva Constitución, la propiedad está amenazada y el derecho a elegir en el campo de la salud y la educación no existirá, etc. etc. Otros argumentos eran muy simples y directos: la Convención trabajó muy mal o los constituyentes eran muy malos.
El listado de mentiras puede ser aún mayor, pero la pregunta de fondo, es por qué muchas de estas mentiras y manipulaciones funcionaron. Una primera respuesta es muy simple, los medios y las redes son poderosas; los relatos más de una vez están bien construidos, no siempre son tan burdos; pero, me parece que hay algo más de fondo que ya no es la simple manipulación, sino que un argumento político conservador: La Constitución, escuchamos en la TV, es maximalista, quiere todo de una vez y no se sabe mucho cómo eso se puede hacer. Más todavía la propuesta es defectuosa. Con todo, me parece que hay tres o cuatro temas recurrentes en la manipulación popular: la cuestión de la propiedad, la posibilidad individual de elegir, el reconocimiento de los pueblos originarios y los “derechos” de la naturaleza. En estos temas, se movilizan temores y fantasmas, los viejos miedos sobre todos asociados al “comunismo” y la guerra fría que parece no haber terminado (todo podrá ser expropiado), pero incluso más, se interviene en los “sueños de los pobres” como, por ejemplo, el tema de la segunda propiedad o de los fondos previsionales, bienes con los cuales la mayoría de los pobres no cuentan, pero que sin embargo se puede soñar con ellos: la segunda propiedad en la playa o una buena jubilación.
Hay muchos temas cruzados en la manipulación mediática que dan cuenta del impacto del neoliberalismo en nuestra cultura popular (la propiedad y el individualismo son impresionantes), pero también inercias históricas nacionales como la permanente búsqueda de los equilibrios centristas que eviten la polarización (que suele estimular la propia derecha); la unidad nacional (con brotes de nacionalismo y xenofobia anti-inmigrantes) racismo manifiesto que se expresa especialmente en contra del pueblo mapuche.
Tres: la permanente omnipotencia de la izquierda. La izquierda padece de permanentes euforias y triunfalismos cuando todo va bien y luego de pesimismo y depresión colectiva cuando se enredan los medios y los fines y los tiempos no funcionan al ritmo deseado. Y hay que agregar, por supuesto, los temas generacionales: viejos que se niegan a retirarse o por lo menos dar espacio a los jóvenes y jóvenes que se pretenden sabios prematuros y con respuestas para todos los problemas.
La euforia puede tener su origen en la movilización social (ocurrió con el Estallido de 2019) o con buenos resultados electorales (elección de convencionales y alcaldes de 2021) que sugieren que la izquierda ha tomado las “riendas de la historia”: Piñera puede ser destituido con la “revuelta popular” (2019); “Chile giró a la izquierda”, entonces Jadue puede ser presidente (2021). Ni Piñera cayó, ni Jadue fue presidente.
En rigor, la Izquierda chilena carece, desde hace ya algunas décadas, de “horizonte estratégico”. Lo tuvo en los años sesenta y parcialmente durante la dictadura. En la transición, en sus mejores momentos apenas alcanzó para débiles reformas socialdemócratas que demoran largos períodos de tiempo en implementarse. Contar con horizonte estratégico implica valores, principios (la igualdad social y la soberanía popular, por ejemplo) pero también “alternativas al capitalismo”, que a nivel global desaparecieron cuando colapsó el llamado “socialismo realmente existente”, aunque tal criterio puede ser relativizado para América Latina ya que el continente cuenta con sus propias tradiciones de luchas emancipatorias. El problema de fondo no es cuanto la izquierda se mira asi misma, sino cuanto puede mirar, leer, interpretar y hacerse parte de su propio pueblo.
Cuatro: ¿Y nos pisaremos la cola una vez más: la vuelta de los partidos? ¿El fin o el control de los independientes (por ejemplo, la tesis de Vodanovic, presidenta del PS)? y ¿Repliegue de los movimientos sociales?
El mayor efecto político de corto plazo del triunfo del Rechazo a la Nueva Constitución será el retorno de los partidos políticos en sus roles de conductores de la sociedad y administradores del Estado. Esta perspectiva es a lo menos paradojal, ya que el Estallido de 2019 emerge en contra del Estado y del viejo sistema de partidos políticos. Ahora, sin embargo, se les presenta como los más autorizados para hacer posible la moderación, los consensos y la unidad nacional. Nada nuevo bajo el sol, sino solo recrear el orden con cada uno en su sitio (siempre es más fácil recrear el orden que producir el cambio).
El rigor, la mayor novedad de los últimos años ha sido el desarrollo de los “nuevos” movimientos sociales, especialmente, feministas, mapuche y socio ambientales. Hay otros que también ganan en desarrollo, aunque con más giros: los pobladores, los profesores, los estudiantes secundarios. Los avances y logros de los movimientos sociales son impresionantes e innegables, sin embargo, el triunfo del Rechazo también los impactará: a los mapuches por sus propias divisiones y el racismo que emergió una vez más a la superficie; a los ambientalistas que les obligará a revisar estrategias y alianzas (sino ver por qué se pierde en Petorca). Las mujeres tal vez sea las menos golpeadas, pero sospecho que no se puede bajar la guardia y habrá que saber cuántas mujeres de pueblo se sumaron al rechazo.
Cinco: No alcanzamos a generar nuevos sentidos comunes… He sostenido que la mayor novedad de la sociedad en la Convención Constitucional que nos propuso una nueva Constitución provino de los movimientos sociales. Sin embargo, el triunfo del Rechazo hace manifiesto que aún no “logramos generar nuevos sentidos comunes” (expresión de Claudio Alvarado Lincopi formulada en un Taller de ECO, el 4 de agosto de 2022)
Mi hipótesis es que los movimientos sociales junto con formular demandas nos proponen “nuevos saberes” (el feminismo, el de-colonialismo y las distintas vertientes ecológicas y socio ambientales son paradigmáticas a este respecto). Estos saberes en la medida que circulan, se incrementan, crecen, van generando cambios culturales que preceden a los cambios políticos. Al principio operan con un cierto “sentido profético” (proclaman y adelantan el cambio en la sociedad), pero el encarnarse en diversos sujetos y lugares provocan nuevas conversaciones, nuevos enfoques y nuevos modos de pensarse socialmente. En algunos casos, esos saberes son también capaces de prefigurar el cambio social, en el sentido de estimular no solo nuevos enfoques o miradas, sino que nuevas prácticas sociales. Esta es la razón por la que Marx indicaba que la humanidad no se propone tareas que no pueda realizar (Carlos Marx, Prologo de la contribución a la crítica de la economía política), sino que aquellas que ya se están desarrollando o que ya están germinando como parte del conflicto social.
Seis: ¿Y Boric, será una versión juvenil de Ricardo Lagos?
El triunfo de rechazo ha sido un duro golpe para el gobierno de Gabriel Boric, aunque se debe admitir que el nuevo presidente ha sido un debutante relativamente débil. Ninguna medida significativa en sus primeros 100 días de gobierno, tanto que se rumoreó que estaba a la espera de los resultados del plebiscito, pero cuando las encuestas insistieron en la posibilidad de triunfo del rechazo comenzó a movilizarse y adelantar la posibilidad de abrir espacio para un nuevo “proceso constituyente”. Nada de eso está muy claro todavía, pero pareciera estarse gestando acuerdos entre los partidos políticos en esa dirección: elaborar un nuevo texto constitucional que haga posible un amplio consenso de derechas a izquierdas. Nada nuevo bajo el sol, ¿una suerte de un “joven Lagos”?
Santiago, 5 de septiembre de 2022.