Revista Cal y Canto #10 – Plebiscito Constitucional: ¿Dónde reside el Poder Constituyente?

Editorial Revista Cal y Canto Nº 10

Plebiscito del 4 de septiembre y sobre todo, post plebiscito

por Mario Garcés Durán *

LOS APORTES DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES A LA CONVENCIÓN

Los movimientos sociales jugaron un papel muy activo en la elaboración de la propuesta constitucional rechazada el 4 de septiembre de 2022. El Rechazo a la nueva Carta representó la mayor derrota simbólica de la izquierda y progresismo en la historia reciente de Chile.

El aporte de los movimientos sociales a la Convención Constitucional se lo puede evaluar desde distintos ángulos. En un sentido amplio, ya representaron un aporte para los cambios culturales y políticos, las propuestas levantadas por el feminismo, los pueblos originarios y los ambientalistas en la etapa previa al Estallido y durante éste, así como la elección de convencionales que lo hicieron enarbolando las banderas de sus movimientos. Los debates de los equipos asesores de los convencionales y de la propia Convención también, abrieron espacios para exponer nuevos puntos de vistas y saberes, que fueron acogidos en el nuevo texto constitucional haciendo visibles sesgos feministas, ambientalistas, plurinacionales y populares (provenientes de los trabajadores y pobladores). El nuevo texto propuesto por la Convención fue valorado nacional e internacionalmente.

Por otra parte, aunque a nuestro juicio, con mayor debilidad, la Convención abrió canales de comunicación para los movimientos sociales, y la ciudadanía más en general, a través de Audiencias Públicas (un poco efí- meras y poco difundidas), la elaboración, presentación y apoyos digitales para Iniciativas Populares de Normas no fueron lo suficientemente masivas a pesar de que algunas fueran muy votadas, y no debe subvalorarse, la propia activación y acciones pedagógicas que promovieron los movimientos en sus propias bases. En la primera parte de este nú- mero de Cal y Canto, damos cuenta de estos aportes.

LOS LÍMITES DE LA CONVENCIÓN

La Convención fue una experiencia inédita en la historia política chilena y en la historia de la democracia en Chile. Se eligieron democráticamente 155 convencionales con paridad de género, escaños reservados y representación de independientes. Nunca habíamos tenido un órgano de elección popular tan visiblemente democrático. Tan así, que la derecha perdió y eso debió alertarnos y no solo celebrarlo. Nuestro pueblo tendió a dormirse sobre los laureles y los convencionales creyeron que bastaba con “hacer bien su trabajo” y dedicar muchas horas a tan genuino empeño.

No bastaba. La Convención necesitaba resolver problemas políticos fundamentales, de los que solo mencionaremos algunos. En primer lugar, la Convención era soberana -sin dudas- pero se trataba del ejercicio de una soberanía por representación, que no necesariamente recrea la soberanía popular (el peligro inminente de una soberanía por representación era recrear las formas tradicionales de la política chilena); en segundo lugar, superar el ejercicio limitado de la soberanía requería una sustantiva innovación de la política, que en Chile es muy simple, que el pueblo participe; en tercer lugar, esas acciones eran fundamentales ya que la Convención necesitaba junto con elaborar y escribir un nuevo texto constitucional, recrear paralelamente su propia legitimidad frente a una derecha que la atacaba, denostaba, banalizaba y preparaba el rechazo; finalmente, en cuarto lugar, habría que agregar, que la Convención y sus cercanos necesitaban generar un gigantesco ejercicio pedagógico que hiciera posible que el pueblo se hiciera parte del proceso de elaboración de los nuevos contenidos y orientaciones constitucionales. No hay cambio político sin cambio cultural y esta era y seguirá siendo una manera de salir de la burbuja.

EL RECHAZO Y EL NUEVO PROCESO CONSTITUCIONAL

1. La operación de la derecha: el control de los medios

Es evidente que la derecha política chilena perdió el control sobre el proceso constitucional cuando se eligieron los representantes para la Convención Constitucional en 2021. En ese evento electoral –mayo de 2021- la derecha no alcanzó el tercio de los votos que le habría permitido ejercer el derecho a veto sobre la Convención. Los independientes y la centroizquierda superaron la mitad de los convencionales elegidos. Este fue un golpe político para la derecha de gran envergadura –que la izquierda, en términos generales no supo leer- y que la condujo a iniciar una campaña de desprestigio de la Convención, de sus miembros, sus formas de trabajo y los contenidos que se ponían en discusión. Se inició de este modo una “doble convención”, la ingenua y oficial de los convencionales elegidos y la muy activa de los medios de comunicación; una convención institucional, casi a puertas cerradas o con muy poca capacidad de relación con la sociedad y “el pueblo” y una convención no oficial ni institucional, sino abierta y activa, que se podía seguir diariamente por la televisión, la radio y las redes sociales. El 4 de septiembre ganó esta última, que era partidaria del rechazo.

La operación mediática de la derecha podía recurrir a todos los medios posibles, en especial mensajes manipulados o derechamente noticias falsas: si tienes una segunda vivienda ésta te podrá ser expropiada; las mujeres podrán abortar hasta los nueve meses; los mapuches serán ciudadanos de primera clase, superiores a los chilenos amén de que el país podría ser dividido; si atropellas a una diaguita, te juzgará la justicia diaguita; tus fondos de pensiones podrán ser ocupados por el Estado y no podrán ser heredados; expropiar será una acción común del Estado con la nueva Constitución, la propiedad está amenazada y el derecho a elegir en el campo de la salud y la educación no existirá, el rodeo será prohibido, una fiesta nacional que no será permitida para proteger a los animales, ¿cómo es eso que la naturaleza tiene derechos?, etc., etc.

Es decir, todo el articulado del nuevo texto, que apelaba y ampliaba los derechos de la población y las funciones sociales del Estado fue transformado en una amenaza a la libertad y la propiedad, concebida “democráticamente”, es decir desde la casa-habitación de los pobres hasta la gran propiedad mueble e inmueble de los ricos. Todos perderían, el nuevo texto representaba algo así, como la versión más extrema del comunismo ya fenecido en el mundo. El anticomunismo actual convertido en una suerte de acumulación y condenación simbólica de todos los males sociales y políticos posibles de imaginar.

2. ¿El voto obligatorio y un pueblo despolitizado y neoliberal?

El voto obligatorio, solo exigido para el plebiscito del 4 de septiembre de 2022, cambió completamente la geografía electoral. Se sumaron más de 4 millones de personas que no votaban y, en consecuencia, los que, sí votaban, que eran mayoritariamente progresistas, fueron desplazados por los nuevos electores, más bien conservadores.

¿Quiénes son este pueblo más bien conservador, que habitualmente no vota, pero que, dada la exigencia institucional, sí lo hizo el 4 de septiembre de 2022? Es difícil dar una respuesta bien fundada a esta pregunta, ya que no contamos con estudios pertinentes. Solo podemos aventurar algunas hipótesis.

Una hipótesis general, que no hay que descartar, es que siempre ha habido un sector popular que vota a la derecha, un sector que recrea el sentido común conservador de la sociedad. No hay sociedad que no se sostenga sobre un sentido común conservador.

Una segunda hipótesis, más problematizadora, podría ser la siguiente: La sociedad chilena es una sociedad estructuralmente transformada en los últimos 50 años, en que se han modificado los espacios de socialización, identidad y pertenencia social, de tal modo que un alto porcentaje de la población vive y recrea sus vidas lejos y en cierto sentido, al margen del Estado y la política: solo los trabajadores informales son un tercio de la fuerza de trabajo; los sindicatos apenas superan el 10% de los trabajadores formales; la Iglesia progresista dejó de ser una referencia sociopolítica en las poblaciones; los partidos políticos agrupan a muy pocos, etc. Entonces, la pregunta es: ¿quiénes y dónde se recrean los espacios sociales comunitarios? ¿En el comercio callejero (veredas, persas, coleros) los clubes deportivos, las redes de narcos? ¿Algunos -escasos- proyectos educativos volcados a la comunidad y más extensas, las iglesias evangélicas volcadas hacia adentro? ¿Redes de Barras Bravas; Colectivos políticos de izquierda; una que otra Fundación de beneficencia?

El cambio o la debilidad de los espacios sociales comunitarios actúa como un vacío social pedagógico o lugar de intercambio de opiniones y saberes. La sociedad popular tiende a replegarse a los espacios familiares e individuales o, en su defecto, a potenciar otros espacios más informales o definitivamente alejados del Estado y la política. ¿No es acaso este, el mejor escenario para la expansión de una cultura popular “neoliberal”?

3. Volver al pasado: el retorno a la vieja política y la crisis de futuro

Producida la derrota del Apruebo al nuevo texto constitucional propuesto por la Convención –como se puede seguir en la segunda parte de este número de Cal y Canto- sobrevino la depresión y el retraimiento de amplios sectores especialmente juveniles y de los movimientos sociales. El triunfo del rechazo, si bien parecía una amenaza, no estaba en los cálculos de nadie (o de muy pocos). Fue entonces un “balde agua fría” sobre el mundo “progresista”, pero más que eso, sobre todo ese proceso que se había constituido desde el Estallido Social de 2019. Esta “ola progresista,” cercana a 40% del electorado que con votación voluntaria era mayoría dejó de serlo y con voto obligatorio, se transformó en minoría. Una extraña alquimia política socio electoral que instaló variadas preguntas, una de ellas por el poder constituyente.

¿DÓNDE RESIDE PODER CONSTITUYENTE?

A los pocos días del Estallido del 18 de octubre de 2019, circulaba la idea de que era necesaria una Asamblea Constituyente, lo que de alguna manera indicaba que existía una percepción en diversos sectores ciudadanos que, producir cambios sociales y políticos significativos implicaba abordar la cuestión constitucional.

El poder constituyente emerge entonces como parte de la movilización social que sigue al Estallido Social del 18 de octubre de 2019. Es el pueblo auto convocado el que se empieza a constituir como “poder constituyente”.

Esa etapa de un pueblo movilizado y auto convocado en diversas formas de asamblea genera un clima de ingobernabilidad que alerta a la clase política y hace temer por la estabilidad del gobierno de Sebastián Piñera. Exagerada o no esta última perspectiva, la clase política parlamentaria se reúne de emergencia en el Congreso y arriba a un acuerdo “por la Paz y una Nueva Constitución”. La idea, aceptada por todos, es que mediante este expediente el Congreso podía dar un curso “institucional” a la crisis que había desencadenado el Estallido Social. Pero, agreguemos, en este acto, la iniciativa relativa al poder constituyente pasa del pueblo auto convocado al Congreso Nacional, es decir a las instituciones del Estado.

El pueblo auto convocado, si bien se mantiene activo no genera instrumentos ni mecanismos (alianzas, acuerdos, etc.) que lo mantengan validado como “poder constituyente”. El proceso constitucional – ley que regula el acuerdo parlamentario, escaños reservados, paridad de género, etc.- son todas materias que debate y regula el poder legislativo.

¿Podía ser de otra manera? Claro que sí, pero a condición que en poco tiempo el pueblo auto convocado avanzara en unidad y desarrollo, en tal grado, que creará sus propios mecanismos de presión constituyente y de acción constituyente propiamente tal.

Luego de la victoria en el Plebiscito de entrada, la elección de los convencionales fue toda una sorpresa: la derecha no alcanzaba el tercio de los representantes y los independientes y los representantes de movimientos sociales alcanzaban una importante posición.

La Convención se mantuvo en funciones por un año, etapa en la cual el “poder constituyente” residió en ella. ¿Solo en ella? Claro que no. Se deben considerar todos los aparatos e instituciones asesoras, incluidos los partidos políticos y de modo muy especial, las redes sociales y los medios de comunicación. Una gran parte de ellos –en una suerte de “Convención paralela” preparó el rechazo. El pueblo otrora “auto convocado” –pandemia mediante- se debilitó y perdió liderazgo y protagonismo.

Con el triunfo del rechazo en el Plebiscito de Salida se disuelve la Convención y el poder constituyente vuelve al Congreso. El pueblo ya no es convocado ni consultado. Se inicia un proceso explícito de expropiación de la soberanía popular (definición de “bordes” o límites, Comisión de Expertos, etc.). La derecha se apropia y usa los resultados electorales del plebiscito, como su propia victoria para provocar una restauración conservadora.

EL NUEVO PROCESO CONSTITUCIONAL

De este modo, el actual proceso constitucional se inscribe en las prácticas siempre deseadas y promovidas por la derecha, de democracia autoritaria, sin pueblo activo. Una mayoría de pueblo pasivo que vota por preservar el orden, cuando los medios de comunicación lo animan o se lo indican, pero que sobre todo recrea su propia vida, sin esperar nada o muy poco del Estado y la política.

Este es, en cierta forma, la realización del sueño neoliberal para América Latina: una democracia sin la amenaza popular, es decir de un pueblo que se concibe y que actúa a su modo como un actor colectivo democratizador.

En los tiempos que vienen, la pregunta y el desafío es saber desde dónde y cómo se constituyen actores sociales que favorecen la democratización de la sociedad. Ese papel lo venían cumpliendo los nuevos movimientos sociales que, requieren hoy día, adecuar sus formas y sus luchas para actuar en un nuevo escenario, francamente más desfavorable. La principal ventaja, no obstante, de los movimientos sociales es que no dependen del Estado y pueden, en consecuencia, ajustar y fijar sus propias agendas.

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*Mario  Garcés -Director ONG ECO Educación y Comunicaciones 

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