Por Mario Garcés Durán |
Una vez más fuimos sorprendidos por los resultados electorales, pero esta vez para mal, ganaba la derecha más conservadora, la más tradicional.
Hay muchas maneras de entrar al análisis electoral, una de ellas es la perspectiva ideológica (en el buen sentido de la palabra), pero también a partir de algunos tecnicismos.
Una primera perspectiva analítica es la que sostiene que no hay nada relevante en juego en las contiendas electorales. Hay ilusionismo, manipulación o “gatopardismo” (o, todas juntas) ya que el sistema sigue siendo el mismo, el modelo no cambia y el pueblo se mantiene en su misma condición de sometimiento y explotación.
Esta es la perspectiva revolucionaria, siempre vigente de algún modo, especialmente entre los sectores más juveniles, entre algunos segmentos populares y de las clases medias ilustradas y en la que, vista así las cosas, la única alternativa de cambio reside en el pueblo organizado y protagonista de su propia historia (una variante histórica en la izquierda indicaba, que ello solo era posible con la existencia y desarrollo de un partido revolucionario, capaz de conducir al pueblo a la victoria).
Así expuesta la situación, parece impecable, inobjetable. Como rezaban las viejas consignas: La emancipación de la clase obrera deber ser obra de sí misma.
El problema histórico deviene en qué se debe hacer para que esto ocurra, o cuando acontece que el pueblo se vuelve sujeto revolucionario. Este es un debate “concreto de la situación concreta”. como decía Lenín.
Por cierto, este es un debate de larga data que no resolveremos ahora, pero que obliga a pensar si bajo determinadas circunstancias de la política “tradicional”, es posible alcanzar algún grado de desarrollo o de logros para una política popular (antiguamente los partidos y centrales sindicales distinguían entre el programa de largo plazo y las tareas de corto plazo).
La pregunta es pertinente y admite diversas respuestas. Una respuesta radical es que no importa ni el Estado, ni la política de la burguesía en el Estado, solo importa la organización y la acción popular. Otra respuesta indica que sí, es posible participar de la política tradicional y burguesa y al mismo tiempo, sostener los principios y una perspectiva autónoma de largo plazo.
En cierto modo, esta última respuesta organiza y reorganiza a la izquierda y a los movimientos sociales en sus “apuestas” políticas de corto y mediano plazo. Puestos en este enfoque, la política tiene una dimensión variable y temporal, de proposición y que requiere ser puesta a prueba en la práctica política contingente.
Si se acepta esta última perspectiva, la pregunta sería ¿qué se debe hacer en las actuales circunstancias de la política chilena?
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Los inquietantes resultados electorales del domingo 21 de noviembre de 2021 PDF 376 KB