La comunicación se configura como campo de batalla discursivo entre los actores sociales, que despliegan sus estrategias discursivas para construir la realidad. Los actuales procesos de revolución tecnológica aceleran este constante forcejeo de poder, por componer e imponer la verdad propia.
La necesidad comunicativa de la base social surge del descontento con el discurso oficial imperante y sus formatos, opuesto al levantamiento de la propia voz y del testimonio popular; del ejercicio cotidiano y colectivo de subversión de sentidos que hacemos frente a las grandes pantallas y su construcción hegemónica de relatos.