Por Mario Garcés Durán*
Chile ha vivido una sucesión de coyunturas críticas: el Estallido social del 18 de octubre que abrió una fase de movilización social y de crisis en el Estado; los efectos de la pandemia del coronavirus que instalaron la crisis sanitaria; y, en el marco de estas dos crisis precedentes, se han instalado los efectos de las medidas sanitarias sobre la economía, con un creciente número de trabajadores cesantes y la emergencia del hambre en un pueblo pobre que no puede salir a trabajar la calle, como es su modo habitual de sobrevivencia.
La debilidad del Estado, el autoritarismo y la represión como salida
El Estado ha demostrado su debilidad en todas las fases críticas que se han sucedido desde octubre de 2019 a la fecha. En la primera etapa frente al Estallido, el gobierno, sin comprender la profundidad histórica de la protesta social, actúo tarde y a destiempo, como si se tratara de una alteración del orden público, con visos terroristas. Entonces, el presidente, recurrió a una frase acuñada por el ex dictador, “estamos en guerra” (le faltó solo agregar “señores”, como lo hacía Pinochet). Sin embargo, al poco andar, el movimiento social le fue imponiendo su agenda, que por supuesto no era la de la guerra.
El gobierno de Piñera fue casi siempre reactivo y los alcaldes, con su convocatoria a una consulta, adelantaron parcialmente el plebiscito mientras que el parlamento solo actúo cuando el gobierno estaba al borde del colapso. Vino en su auxilio buscando recomponer alguna dirección en el Estado y el control sobre la sociedad (el famoso Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución del 15 de noviembre de 2019). Reestablecido un cierto orden “en las alturas”, el gobierno y el parlamento concordaron una serie de leyes represivas (anti saqueos, anti barricadas, etc.) para conjurar nuevas formas de protestas social (que ya hoy comienzan a ponerse en práctica).
En la coyuntura de la crisis sanitaria y de los efectos del confinamiento sobre la economía, las conductas del gobierno se han demostrado nuevamente erráticas, ambiguas, sino reactivas. La tensión entre crisis sanitaria y crisis económica ad portas, lo llevó a demorar las medidas preventivas (suspensión de clases y cierre del comercio, que le impusieron los alcaldes); luego dotó de supra poderes al Ministerio de Salud que puso en práctica su estrategia sin consultas y con poca capacidad de escucha; cantó victoria tempranamente anunciando un “retorno seguro” a una “nueva normalidad” que duró un poco más de una semana y se derrumbó cuando se dispararon los contagios. Solo entonces, se impuso la cuarentena total para Santiago, la que en pocos días abrió dos nuevas grietas: el hambre en las poblaciones y el eventual colapso del sistema de salud.
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Chile Latente, 2020 PDF 263 KB
*Historiador, docente de la Universidad de Santiago de Chile. Director de ECO, Educación y Comunicaciones. Miembro del Comité Editorial de LOM Ediciones