Boletín Cal y Canto #2: Leonora Reyes y Miguel Caro – redefinir el proyecto educativo en Chile, hacia un Modelo Estatal Comunitario

Imagen: Escuela Casa Azul


Leonora Reyes, Doctora en Historia, especialista en Historia de la Educación en Chile, académica Universidad de Chile

Tres hebras para pensar un proyecto educativo

Quisiera proponer tres hebras para que discutamos, porque sé que se conectan con discusiones anteriores que ustedes han dado en términos de alimentar un proyecto educativo que está disperso, desarticulado, pero que existe y que es el desafío que tenemos por delante:

1) Por un lado está el movimiento estudiantil, que es el lado más visible del movimiento por la educación y que efectivamente tiene tres hitos: el mochilazo del 2001, la revolución pingüina del 2006 y el movimiento por la educación del 2011, que concita el encuentro de dos movimientos estudiantiles importantes: el secundario y el universitario y que además sumó a la comunidad nacional entera a través del apoyo de las familias y las comunidades educativas. Estos hitos tuvieron como propósito denunciar el entramado normativo jurídico del sistema educacional, la Constitución del 80, y a consecuencia de ella, el que hoy tengamos algo tan extraño y único en el mundo como el derecho a la educación supeditado a libertad de enseñanza y su dimensión empresarial. He estado revisando constituciones de otros países de América Latina y del mundo y eso no existe y más extraño aún, es que esa forma jurídica ha hecho que tengamos mucho mayor provisión privada que estatal. Lo estatal queda casi en un 35 %, cuestión que es única en el mundo: tener una cobertura tan minoritaria en términos de la garantía estatal, independiente de si el país es capitalista o socialista.

2) Lo segundo tiene que ver con el movimiento por la educación, que tiene más que ver con la transformación a través de la experiencia o de la práctica -ya sea de la educación popular o el mundo de las experiencias dentro del sistema escolar-. Podríamos hablar de ciertas comunidades escolares empoderadas como Casa Azul, por ejemplo, que muchas veces son lideradas por sus equipos directivos, a veces por su sostenedor y que son comunidades que sostienen normativamente vamos a decir, ocupan ese lugar en esa experiencia y que trabajan en la vía de poder mirar desde la comunidad, desde la pertinencia, la situación histórica. Cuando digo situación histórica, me refiero a la coherencia con el espacio o el territorio donde se habita, a los tiempos que le toca vivir, pero también a esa convergencia cultural que hay ahí en La Granja, que hace esa experiencia tan única e irrepetible. Como Casa Azul hay varias en la Región Metropolitana y en las regiones, lo que pasa es que no suelen dialogar entre ellas, no hay muchas convocatorias a conversar, a pesar de que ha habido instancias, todavía son convocatorias muy rudimentarias.

3) También está todo lo que ha aportado el Movimiento de Educación Popular desde los 80 y 90, el que tampoco quisiera señalar como hebras fragmentadas entre sí, pues el sujeto o sujeta estudiante secundario tiene esa potencia de poder transitar por estos tres mundos y traspasar ciertas dinámicas, por eso se entiende -tal vez como coletazo del 2011- esta experiencia de los liceos auto gestionados. Sin duda que son estudiantes los que también están en esas experiencias de la educación popular, por ejemplo en estas redes de hip hop que se hacen tan fuertes a fines de los 90 y que del 2000 en adelante comienzan a generar un tejido bastante fuerte y visible ya con una propuesta más política y esas prácticas impregnaron sin duda una concepción de Estado, una concepción interna del sistema educativo que la ACES llama en algún minuto control comunitario, pero que finalmente es una propuesta que recoge una historia, una hebra histórica de principios del siglo XX.

Lo que se recoge ahí del mundo de la educación popular dialogando con este movimiento estudiantil secundario, nosotros con Miguel avanzamos en llamarlo un Modelo Estatal Comunitario, en el cual serán las propias organizaciones educativas quienes estarán a cargo de redifinir el proyecto educativo. Lo que nosotros hacemos es recoger, sistematizar y proponer un orden o modelo estatal comunitario preguntándonos cuál es el concepto que podría englobar estas ideas que han estado permeando el movimiento por la educación de la última década y que al mismo tiempo está recogiendo una historia densa tejida por distintos actores de la educación.

Redefinir la educación pública que viene desde la Asamblea Constituyente del año 1925, la Asamblea Constituyente de Obreros e Intelectuales, más allá de las valoraciones sobre su incidencia. Lo que rescato es el hito donde convergen distintas actorías: el movimiento estudiantil de raigambre en ese momento todavía con filo anarquista, el movimiento de normalistas poderoso y grande, la Asociación General de Profesores que intenta darle un vuelco al sistema de educación pública al punto que proponen una reforma y arman un decreto que va a desarrollarse durante nueve meses -el decreto 7.500- que subvierte la gobernanza de la educación pública a las comunidades, el movimiento de trabajadoras y trabajadores que está desarrollando sus experiencias escolares propias a través de las escuelas racionalistas financiadas y gestionadas por ellos y en las que existía un vínculo con el profesorado en pos del tema formativo y a través de los cuales logran definir que el Estado va a tener que financiar el proyecto que decidan las comunidades.

Después podemos leer la definición exacta, pero ésa es la definición de educación pública, entonces rescatar esa experiencia hoy día -obviamente- poniendo en contexto e incorporando al movimiento feminista y con ello, sus demandas por una educación no sexista o las propuestas de educación popular intercultural que resguarden las lenguas y las culturas originarias, no solo mapuche, sino también la experiencia en la comunidad diaguita, por ejemplo, acaba siendo súper interesante. Pensar sobre esa posibilidad: ¿Es posible un acuerdo de definición de educación pública? sobre todo cuando estamos ante la inminencia de que hay que redefinir el derecho a la educación, donde no solo se defina educación como un derecho social -que fue la demanda de los movimientos estudiantiles-, sino también como un bien público.

Miguel Caro, profesor de Historia y Geografía, académico de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación

Una primera cuestión que quiero plantear tiene que ver con la relevancia de esta conversación y del carácter que tiene en el marco del proceso constituyente, respecto de eso, decir que es difícil pensar en un proceso de transformación social, político y cultural como el que podríamos estar avizorando con la coyuntura constituyente, es difícil pensarlo en clave de largo plazo, en clave de sostenibilidad social y política si es que no se realizan procesos de cambios educativos.

Para nosotros es muy importante que el tema educativo esté presente en el debate constitucional, lo digo con esta fuerza porque nos da la impresión que el tema educativo está como colgando en la lista de urgencias del cambio constitucional a ratos, pero que podemos correr el serio riesgo de que esto quede como un tema más de la agenda y que cuando quede poco tiempo, acaben resolviéndolo rápidamente, sin haber sido parte de un proceso de maduración de la discusión.

Estamos frente a un escenario de consolidación y crisis -en términos históricos- del neoliberalismo y por lo tanto, el desafío es pensar en un orden constitucional y educativo post neoliberal, entonces tenemos que inventar muchas cosas y recoger toda nuestra trayectoria, pero nunca habíamos tenido un neoliberalismo tal como lo conocemos hoy día, este modelo tiene otras claves de dominación y por ende exige también pensar cómo superarlo desde lo educativo; de hecho, el propio marco constitucional tampoco da muchas pistas: paradojalmente, la palabra derecho a la educación aparece recién en la Constitución del 80 y la coloca como título en el número 10 del Artículo 19, pero luego no afirma, especifica o define ese concepto, sino que se refiere a la libertad de enseñanza, por lo tanto, acaba siendo un truco discursivo que no hace más que consolidar una idea de mercado en educación.

Esto no se resuelve con volver al viejo Estado docente porque hoy día la sociedad exige mayor protagonismo, tiene otro tipo de tensiones donde los temas del feminismo, medioambiente e interseccionalidad han irrumpido con mucha fuerza y con un carácter distinto, entonces esto es en clave post neoliberal y debe implicar un proceso social que replantee el tema educativo y allí, lo que hemos intentado decir, es que tiene que ver con la importancia del Estado como garante de condiciones y procesos, pero al mismo tiempo tiene que irrumpir fuertemente la comunidad y en ese sentido, hablamos de un Estado garante, pero también hemos planteado la idea de la gobernanza de y con las comunidades, por lo tanto, hablamos de lo Estatal Comunitario y no del viejo Estado docente en el entendido que, además de poner las lucas, mejore la infraestructura o ciertas condiciones de trabajo, además garantice un espacio de deliberación acerca del proyecto nacional, plurinacional, multicultural y pluricultural de educación y por lo tanto, procese de algún modo las relaciones desiguales de poder que se han profundizado con el neoliberalismo con ánimo no solo de garantizar el acceso a la educación, sino que las condiciones y principios de dignidad inherentes al mismo.

Esta gobernanza de las comunidades no es solo gestión de la institución, sino que es gobernanza política en los distintos niveles: macro, intermedio y local, con un sistema que se debe construir desde abajo hacia arriba, por tanto, es gobernanza del sistema institucional y a su vez, pone en valor el sentido formativo de la comunidad: y es que los procesos educativos tienen que adquirir especificidades y responder a las necesidades conforme a la diversidad de realidades territoriales, culturales, locales, etc. y por lo tanto, involucra a las comunidades y por eso es que hablamos de un Modelo Estatal Comunitario.

Superar la pedagogía del Neoliberalismo supone entender qué ha hecho el neoliberalismo con la pedagogía y una de las cosas que ha hecho es primero reducir la pedagogía solo a su dimensión interaccional, vale decir, cómo se constituye la relación entre estudiantes y/o profesores, si esa relación es autoritaria, jerárquica o más bien si es horizontal o democrática, pero la pedagogía también tiene otra dimensión que tiene que ver con el contenido de la experiencia educativa, en la que se han adoptado técnicas muy “participativas” para introducir procesos de colonización ideológica muy fuertes. Entonces no podemos perder de vista que la pedagogía es interacción, pero también es contenido de la experiencia y ese contenido tiene que emerger de las comunidades, pero también tiene que ser parte de un proceso democrático nacional sobre los valores fundamentales que queremos levantar como sociedad, entre ellos el de la diversidad, interculturalidad, etc. Lo que hizo la pedagogía del neoliberalismo es tomar aportes de ciertas concepciones pedagógicas y de teorías del aprendizaje activas como el constructivismo para metodologizar la pedagogía y para que la escuela y el aula no se vincule con la sociedad.

Por otra parte, la pedagogía del neoliberalismo produce varias disociaciones estructurales e ideológicas y una de ellas es la separación entre pedagogía y currículum, lo que tiene a las escuelas sometidas a lógicas de estandarización. precisamente porque disoció el contenido de la experiencia educativa y entendió a la pedagogía simplemente como interacción, entonces le quita potestad y soberanía político-curricular a las y los docentes y a las comunidades, de manera tal que entiende lo pedagógico como lo que se hace al interior de la sala de clases, cómo enseño y cómo genero “aprendizaje”, pero el currículum que contiene esos aprendizajes es algo que viene de fuera, que no se discute y esa separación ideológica entre pedagogía y currículum viene de los documentos del Banco Mundial sobre prioridades estratégicas de la educación a nivel Internacional: el currículum es una norma y tiene que ser muy estricta y nosotros vamos a financiarlo. De allí se infiere que para modernizar o financiar los sistemas educativos, entonces se debe entender el currículum como norma y no como algo que emerge de las propias comunidades. Un nuevo ordenamiento constitucional debiera atreverse a levantar principios que tengan que ver con el proceso educativo y no solo con el régimen de propiedad, con el esquema de financiamiento, con las variables estructurales o los llamados pilares del modelo, sino que tiene que atreverse a producir principios sobre el tipo de educación que queremos por ejemplo, una educación integral, etc. y hay constituciones, hay experiencias en el mundo que abordan ese tipo de principios, de hecho la “nuestra” Constitución ni siquiera alcanza a tener un artículo de educación, mientras que hay muchísimas constituciones en el mundo que tienen hasta 14 artículos solo dedicados a Educación y que tienen un nivel de profundidad enorme respecto de estos principios educativos y es la única forma de superar la pedagogía del neoliberalismo, introduciéndolos en los principios constitucionales.

Leonora Reyes: Repensar un proyecto educativo

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Miguel Caro: Superar la pedagogía del neoliberalismo

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Taller de Movimientos Sociales 07 de julio de 2021

Edición Paulina Zubicueta Luco

Fuente: Revista Cal y Canto

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